Cuando tenía cinco años me encantaba ver la televisión lo más cerca posible de la pantalla. Mi abuela siempre me decía: “¡No mires la televisión tan de cerca que te vas a quedar ciega!”.
Años más tarde, mi sobrinita Catalina, de cuatro años de edad, estaba de pie con su nariz casi tocando el televisor, y le dije: “¡No mires la televisión tan cerca que te vas a quedar ciega!”. Al igual que abuela, yo suponía que esto era cierto hasta que un día indagué sobre esta suposición y descubrí que desde que los televisores salieron al mercado, todavía nadie se ha quedado ciego por mirar la televisión de cerca.
Siempre que imagines que algo es cierto y real, sin tener una prueba contundente para comprobar que es verídico, ¡estás suponiendo! Y no hay nada malo en hacer suposiciones, pues te puede ayudar a estar más alerta y más preparado. El problema es que a la hora de suponer, ¡siempre suponemos lo peor!. Por ejemplo, si queremos enamorar a un gran partido, suponemos que nos va a rechazar. Si pedimos un descuento, suponemos que nos lo van a negar. Si pedimos un aumento de sueldo, suponemos que el jefe va a decir que no. Y si queremos cerrar una venta importante, suponemos que no la vamos a lograr. ¡Siempre hacemos suposiciones negativas!
¡Ojo! No estoy diciendo que nunca hagas suposiciones, pero te sugiero que no confíes ciegamente en ellas, siempre ponlas a prueba. Las estadísticas muestran que la mayoría de nuestras suposiciones son erróneas. Piensa en la cantidad de decisiones que tomas influenciado diariamente por tus suposiciones. Éstas muchas veces no te dejan avanzar para conseguir lo que quieres y en la mayoría de los casos ¡te paralizan! En vez de siempre suponer lo peor, piensa que la vida está a tu favor.
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