Por María Marín
¿Te imaginas lo mal que te sentirías si, luego de haberle dado a alguien un regalito con tu mejor afecto y buena intensión, esa persona te dice: Ay, tómalo de vuelta porque no me gusta lo que me diste? Qué mal, ¿no? Sentirías que te han echado una cubeta de agua fría o hasta llegarías a pensar «¡Tierra trágame!».
Pues algo así siente quien ofrece un elogio a alguien y la otra persona por falsa modestia, falta de autoestima o sabe Dios qué cosa rechaza el halago y asegura que no se lo merece. ¡Mujer, qué delgada estás!, dice alguien, y a veces la respuesta de la elogiada es: ¡Ay, no, si luzco igual que antes, mira estos rollitos!. O digamos que una amiga exclama, Oye, pero hoy te ves superjuvenil, y la otra le contesta, como implicando que aquel comentario tan lindo fue una frase estúpida: ¡No, muchacha, qué dices, si yo estoy llena de arrugas!.
O en el plano profesional, tenemos al hombre que, cuando elogian su buen trabajo en un proyecto de la empresa, da la respuesta de: ¡Ah, pero si eso lo hace cualquiera!
Al parecer, por ahí hay demasiada gente que está convencida de que no se merecen las cosas que dicen de ellos, y cada vez que contestan a un halago desprecian a la persona que lo hizo. Y en eso se equivocan terriblemente. Hay dos razones muy importantes por las que nunca debes rechazar un cumplido. Número uno, porque los elogios son buenísimos para elevar tu autoestima. Por eso, los sicólogos recomiendan elogiar a los niños, para que crezcan emocionalmente saludables. Así mismo ayudan los elogios a los adultos. Y la otra razón por la que debes aceptar halagos es porque no hacerlo puede herir, de una manera sutil, los sentimientos de la persona que se tomó su tiempo en fijarse en ti, evaluarte positivamente y expresártelo de una manera afectuosa.
Además, cuando aceptas el elogio, la persona que lo hizo se siente bien porque se da cuenta que puso una sonrisa en tu cara y que su gesto no fue en vano.
La próxima vez que te elogien sinceramente (porque, ten cuidado, hay quienes lo hacen por adularte), acéptalo con una sonrisa y solo di: muchas gracias (¡y que se oiga!). Demuestra que escucharlo te hizo feliz y harás feliz a otra persona y ése es uno de los mejores regalos que puedes hacer en la vida.
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