¿Estás dispuesta a criar los hijos de otra?
Por María Marín
Hoy día le ponemos ese título a una mujer que pueda hacerlo todo, tener una exitosa carrera y al mismo tiempo cuidar de sus hijos. Sin embargo, considero a mi madre una Súper Mamá aunque nunca tuvo un trabajo con salario mientras atendía su familia.
No obstante, si reuniera el pago que ella debió haber recibido por todas las tareas que realizaba mientras nos criaba, sumaría varios millones de dólares.
Hice este cálculo basado en el salario promedio que se paga anualmente a personas que efectúan los mismos trabajos que mi mama hacía. Por ejemplo: cuidador de niños, $14,000; chofer de autobús, $33,000; enfermera $38,000; psicóloga $35,000, chef/cocinera $40,000; oficinista general $20,000; empleada doméstica $13,000. Esto es sin incluir los oficios de pintora, jardinera, costurera, tutora y otros.
Si multiplicamos estos sueldos por los años que mi madre dedicó a la crianza de sus cinco hijos, indudablemente hoy día poseería suficiente dinero para tener una residencia de verano en Cancún y otra en el sur de Francia.
Sin embargo, lo que hace a mi madre, Myriam Rivera, una Súper Mamá, no son todos los trabajos que desempeñaba, puesto que la mayoría de las madres también han tenido que hacer lo mismo. Más bien, lo que la hace tan admirable y especial es la dulzura, dedicación y amor incondicional por sus hijos, especialmente los tres mayores.
Cuando mi mama tenía 28 años de edad conoció a un joven viudo quien había perdido a su esposa que sufría de cáncer. Este caballero contaba con tres hijos, una niñita de 11 años y dos varoncitos de 12 y 13, todos muy traviesos, malcriados y desobedientes. Aun así, ella decidió casarse y aceptó a estos niños como suyos, algo que pocas mujeres hubieran tolerado.
Esa niña huérfana de 11 años era yo, y los otros dos chicos eran mis hermanos. No fue fácil para ella comenzar una familia con tres rebeldes que le hacían la vida imposible. Estoy segura de que muchas veces se preguntó si había cometido un error al casarse con mi padre y quizás en numerosas ocasiones deseó desaparecerse. Si lo pensó, jamás me dejó saberlo. Ella tuvo la paciencia y la sabiduría para sobrepasar muchos obstáculos y crear un lazo familiar que cada día es más fuerte.
Por eso, en el vocabulario de nuestra familia no existen las palabras medio-hermano, ya que mi mama nunca mostró preferencia por sus dos hijos biológicos, los cuales adoro tanto como a mis hermanos de sangre. Tampoco existe la palabra madrastra, pues aunque no me trajo al mundo, desde que me conoció me dio el mismo amor que me hubiera dado mi mamá si hubiera estado viva.
Si al igual que yo, en tu vida existe una mujer que te ha brindado amor incondicional, aun sin ser tu verdadera madre, no pierdas la oportunidad de expresarle cuanto la quieres y decirle que ella es una Súper Mamá.