Por María Marín
Fui a comprar un cuadro para mi nueva recámara. En la primera tienda que entré, me robó la vista una hermosa serigrafía de una pareja besándose apasionadamente. Cuando pregunté el precio sólo pude decir: “¡ouch!”, así que decidí continuar mi búsqueda, pero no tuve suerte. Al final del día decidí regresar a la primera tienda. Estaba lista para comprar mi pintura, pero cuando entré a la tienda me llevé la sorpresa de que mi cuadro ahora tenía un gran letrero que leía: “reservado”. En ese momento pensé desesperadamente: “¡No puede ser! ¡Lo quiero! ¡Lo necesito! ¡Lo amo! Que irónico, en la mañana el precio me parecía muy elevado y ahora en la tarde estaba dispuesta a pagar el doble. El instante en que no podía ser mío, fue cuando más deseé tenerlo.
¿Por qué se nos hace tan deseable aquello que no podemos tener? Básicamente porque al ser humano le atrae todo lo prohibido. Por eso, cuando le prohíbes a tu hija adolescente que le guste cierto muchacho, más rápido corre a sus brazos. Y cuando hay una pared con un letrero que dice “No toque. Pintura fresca.” siempre tiene un sinnúmero de dedos marcados.
Tambié habrás fijado que cuando estás a dieta es cuando más quieres esos “alimentos prohibidos” e inconscientemente te obsesionas con lo que no puedes comer y deseas más que nunca pizza, chocolates y batidos de helado. Ya lo dijo el famoso escritor Mark Twain: “para que un niño o un hombre deseen algo, lo único que hace falta es que parezca difícil de lograr”.
La próxima vez que no puedas conseguir lo que anhelas, reflexiona cuál de las razones antes mencionada te motiva a desearlo. En vez de enfocarte en lo que no puedes obtener mira a tu alrededor y valora todo lo que sí tienes. Te darás cuenta que quizás es sólo un capricho, ¡realmente tienes todo lo que necesitas!
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