En una cacerola echa una porción de la amargura, el resentimiento, el rencor, la tristeza y la culpabilidad que hayas guardado hasta ahora. Luego vas a diluirlos con 2 tazas de risa, 3 cucharadas de buen humor, 4 rebanadas de ternura y unos trocitos de cariño. Si ves que los sentimientos malos tardan en diluirse, no te preocupes, échale 1 latita de paciencia. Luego llena 1 taza de tus miedos y le vas agregar una gotita de fe. Vas a ver cómo el miedo se evapora y la gotita empieza a hervir y cuando esté a punto de desbordarse la vas echar a la cacerola con el resto de los ingredientes. En ese momento le vas agregar amor al gusto y con este ingrediente no tienes que preocuparte si le echaste de más, pues el amor, aunque se use en exceso, no daña ninguna receta. Para completar, vas a echar una pizca de locura (si, porque la vida no se puede tomar tan en serio), entonces vas a cocinar a fuego lento por el resto del año. Y cuando tengas hambre de éxito y de felicidad, destapa la olla, pues con sólo olerlo, te llenaras de alegría y te dará la fuerza para triunfar con cualquier meta.