Hay mujeres que parecen boxeadoras, se pasan toda la vida repartiendo puños a granel, pero no a otras personas y mucho menos a un saco de arena, sino que se golpean a si mismas. Y qué muchos trompazos se dan; “¡Golpe bajo a la confianza, gancho de izquierda al amor propio y puñetazo directo a la autoestima!”
Cada vez que te criticas despectivamente estás haciendo lo mismo que un boxeador cuando ataca a su contrincante en diferentes puntos del cuerpo. Poco a poco, lo debilita y finalmente lo derrota de tal forma que cuando cae al suelo no puede levantarse. Eso mismo es lo que haces contigo cuando te menosprecias; terminas noqueada con la autoestima por el piso, ¡y qué difícil es levantarla!
Algunas de las trompadas más populares con las que tal vez te atacas son: “Qué gorda estoy, parezco una ballena”, “Odio mi celulitis”, “Mis senos parecen dos huevitos fritos”.
Date valor y deja de compararte con otras. La raíz de todas las inconformidades que tienen las mujeres se originan en la comparación.
Cualquier queja o insatisfacción que tengas, viene de compararte; nadie protesta por algo sin antes consciente o inconscientemente haberse comparado con alguien que considera mejor.
El problema es que siempre va a existir otra que tenga más que tú, sea más belleza, más dinero, más inteligencia, más poder o más suerte en el amor. Pero al mismo tiempo, siempre habrá otra con menos belleza, menos dinero, menos inteligencia, menos poder o menos suerte en el amor.
Deja de compararte, acepta que todas somos diferentes y cada cual tiene sus defectos y encantos. No existe el cuerpo, ni la cara perfecta. No te sientas inferior, admira tus atributos. Es hora de retirarte del cuadrilátero y acabar la pelea. No importa lo que haya sucedido anteriormente en tu vida, hoy puedes tomar la decisión de quitarte los guantes y ser feliz.
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