Bellas como diosas griegas pero con filtro

Una amiga muy cercana es fanática del Botox y me convenció de que hiciera una cita con su doctor. Cuando entré al consultorio pensé que me había equivocado de oficina, pues las tres mujeres sentadas en la sala de espera no pasaban de los 28 años de edad. 

Saludé al médico pero de primera instancia no le hablé de mis “patitas de gallo”, ni tampoco de las mil muecas que a veces hago, mas bien le pregunté, muy curiosa, qué hacían aquellas “muchachitas” allí y me explicó que están llegando muchas jóvenes a su consultorio para cirugías plásticas y procedimientos cosméticos. 

Todas buscan tener en la vida real las opciones mágicas de Instagram como aumento de pómulos, rellenos de labios, afinamiento del rostro, nariz estilizada y piel de porcelana. 

Y es que, seamos sinceras, esos filtros nos hacen sentir como bellas diosas, no importa si tenemos 20, 40 o 50 años. De hecho  yo también los uso en mis redes pero una cosa es usarlos y otra es pedirle a un cirujano que te cambie para lucir como te ves con ellos.

¿Cómo es posible que una jovencita, que aún no tiene una arruga plasmada en su rostro, actúe así? Investigué sobre la actual obsesión por la belleza perfecta y descubrí que los números relacionados a esta “nueva adicción” son alarmantes.  Ocho de cada 10 niñas adolescentes usan filtros la mayoría del tiempo.

Y el 20 por ciento de los usuarios de Instagram ya no publican fotos sin usar filtro, según un estudio de la Universidad de Surrey en Inglaterra, y solo un 37 por ciento le gusta usarlo para mostrar su cara real pero con ciertas “imperfecciones”. 

Lo más preocupante es que estas chicas que empiezan la vida pensando son mejores tras usar un filtro.

Irónicamente, en una sociedad que parece tener más que nunca mujeres poderosas, nos damos cuenta que algo tan “glamoroso”  como esta herramienta se está robando la seguridad de muchas, preocupante porque se supone que el grado de autoestima en la adolescencia determina la calidad de vida en la edad adulta. 

Finalmente, me puse el botox aquel día y ahora me pregunto, cuántas jovencitas más veré en la sala de espera cuando regrese por un retoque en el 2022… ¡Ojalá sean puras cuarentonas para arriba!

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