En mi libro Sexo Sagrado y Lazos del Alma planteo la pregunta que encabeza este artículo, entre muchas otras y es una pregunta válida, lógica y hasta pertinente.
Algunos investigadores aseguran que, por lo general el deseo sexual en el varón no sólo es más fuerte que el libido en las mujeres, sino también más constante hora tras hora y día tras día. Apuntan a un importante conjunto de estudios que sugieren cierta naturaleza cíclica en el deseo femenino y algunos aseguran que las mujeres sólo alcanzan las cotas masculinas de lujuria durante los pocos días del mes en que son fértiles.
Los hombres suelen ser fecundos todo el mes y en teoría siempre están ansiosos por compartir su prodigalidad, una condición perpetua que Roy F. Baumeister, catedrático de psicología de la Florida State University llama «la tragedia del impulso sexual masculino».
Sin embargo, otros expertos aducen que esas fórmulas absolutistas descuidan la importancia de la edad, la experiencia, la cultura, la religión y las circunstancias para determinar la intensidad del deseo sexual de cualquier individuo, tal como lo señala Natalie Angier en un reportaje publicado en el diario El País en el 2007.
«Las ideas de Baumeister quizá tengan validez para gente que tiene relaciones sin estar casada y con menos de 40 años», señala Barry W. McCarthy, terapeuta sexual del Estado de Washington y una de las voces más connotadas en este campo.
«Pero cuando hombres y mujeres envejecen, empiezan a asemejarse mucho más en muchos sentidos, incluso en su deseo sexual».
En el caso de las mujeres, dice McCarthy, el sexo les parece algo más controlado y seguro, mientras que el hombre que envejece pierde la necesidad de imaginarse a sí mismo como el maestro sexual del universo.
Una idea muy extendida y que tiene cierto fundamento empírico es la que nos recuerdan Shannon Ethrige y Stephen Arterburn en su libro “Every Young Woman’s Battle”: Los hombres dan amor para obtener sexo y las mujeres dan sexo para obtener amor.
Un varón puede disfrutar del sexo sin establecer ningún tipo de conexión emocional que lo comprometa a continuar viendo a la mujer con la que se acostó. Y es que ellos suelen separar el sexo del amor, por lo que cualquier mujer queda perpleja cuando después de un fabuloso encuentro sexual, él ni siquiera la vuelve a llamar.
Como bien señalan Jim Hancock y Kara Eckmann Powell en su libro “Sexo del Bueno”, el deseo sexual es benéfico, excepto cuando es egoísta y desconsiderado. Piénsalo. El deseo lleva a una persona a entregarse en una relación monógama y comprometida, pero también lleva a otra a ser promiscua y negligente, esparciendo enfermedades de transmisión sexual.
El deseo puede confundirnos en ese sentido. El deseo saludable genera responsabilidad y nos compromete en una relación exclusiva y excluyente con la persona a la que se desea. El deseo dañino, por otro lado, le da cabida a la lujuria. Y la lujuria, por sí sola, nos aleja del camino del amor.
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