Una vez más, los Estados Unidos se visten de luto. Una vez más lloramos por una tragedia que podría haber sido evitada en Uvalde, Texas. Una vez más gritaremos que hay que hacer algo contra la venta indiscriminada de armas. Pero, una vez más, escucharemos algunas voces defendiendo el “derecho” de fácil acceso a la compra de armas, cuando, tal vez, esta sea la primera causa de la ola de violencia que, en lo que va de año, alcanza la cifra récord de mas de 200 tiroteos masivos.
Vivimos en un país con un creciente deterioro de la salud mental pública. ¿Cómo se explica que un adolescente desquiciado (porque una persona en su sano juicio no sale a matar a mansalva) puede ir a comprar armas como quien compra caramelos? ¿El vendedor le hizo un background check? No. ¿El vendedor le preguntó para qué necesitaba comprar dos armas y cientos de municiones? No. Sólo le interesaba vender. Y ese es el problema principal. Para algunos, el dinero tiene más valor que la vida de un ser humano.
Varios de los protagonistas de estos asesinatos en serie han sido menores de 21 años. En USA no se puede beber alcohol legalmente antes de cumplir los 21, pero sí se puede comprar armas a los 18. ¡Tamaña contradicción! ¿No se es lo suficiente maduro psicológicamente como para beber alcohol, pero sí para portar un arma?
Según el diario El País, Salvador Ramos compró dos rifles de asalto el día que cumplió 18 años y avisó de sus planes por redes sociales: primero a una desconocida en Instagram y después en su cuenta de Facebook.
Según informó el gobernador de Texas, Greg Abbott en una rueda de prensa, antes de dirigirse al colegio y abrir fuego con una pistola y un rifle, el joven disparó a su abuela en la cara y lo anunció en un post.
Después advirtió que iba a la escuela primaria de Robb, donde cometió la masacre. Es decir, hubo gente que sabía o por lo menos intuía lo que él estaba dispuesto a hacer y no actuaron. Esto habla muy mal de la conciencia social, de la moral y de la responsabilidad ciudadana. Una de las lecciones que nos deja este tipo de tragedia es que hay que crear MECANISMOS DE DENUNCIA CIUDADANA EFECTIVOS, en cuanto un potencial asesino dé algún tipo de señal de alarma.
¿Qué sabemos de la familia del asesino de Uvalde? Sabemos que tenía una muy mala relación con su madre y que por esta causa y las constantes peleas entre ambos, dejó la casa dos meses atrás y se mudó con su abuela, a la que también disparó, antes de salir rumbo al colegio. Ella se encuentra en cuidados intensivos en este momento.
El único que ha hablado hasta ahora ha sido el novio de la madre de Salvador. Ha declarado a diversos medios que el muchacho era hermético, no hablaba con nadie y que cuando alguno le buscaba algo de conversación, no respondía y se iba del lugar para no socializar.
El novio de la madre reconoce que no se llevaba bien con él porque le parecía “raro”. Los vecinos también lo definen como un joven tímido y retraído, encerrado en sí mismo. No establecía comunicación con ninguna persona.
Becky Flores, vecina de la madre de Ramos, afirma que las peleas entre ellos eran frecuentes y tan violentas que el día en que Salvador se fue a casa de su abuela, ocho policías llegaron al domicilio de la familia por esta causa.
¿Lección aprendida de esa situación familiar? Que la madre del joven debió haber buscado ayuda psicológica para su hijo. En la mayor parte de colegios este servicio se brinda gratis. La mayor parte de seguros de salud también cubren el diagnóstico y tratamiento. Si ella no se sentía capaz de ayudar a su hijo, debió buscar ayuda en otro lado.
Finalmente, la mayor lección que podemos aprender de esta tragedia es que nuestros hijos son unos tesoros. Si tú, amigo o amiga que me lees, has perdido uno, sabes lo que se siente. No hay dolor más grande. Y los padres de esos niños, seguramente, lamentan no haber dedicado más tiempo a sus pequeños.
Abramos los ojos a lo que realmente es importante. Nuestros seres amados son como obsequios que recibimos en calidad de préstamo, por un tiempo corto, y, por tanto, debemos valorar cada minuto compartido y crear más momentos de unión familiar.
Después de Dios, nada ni nadie sea más importante en nuestras vidas que nuestra familia. Cuida la tuya, mientras el Señor te conceda la dicha de tenerla.