Todos los muertos son buenos, pues no importa cuán positivas o negativas hayan sido sus acciones mientras vivieron, sólo se recuerda de ellos lo lindo que hicieron.
Y digo esto porque meses, años y décadas antes de fallecer la reina Isabel II, se escuchaba a los medios publicar titulares de polémicas, problemas, divorcios, infidelidades, muertes, celos familiares, racismo y otros escándalos que traspasaban las fuertes murallas del Castillo de Los Windsor o cualquier otro sitio o vivienda donde estuviera reunida con su familia una de las mujeres más influyentes del mundo, y cuya fortuna de 600 millones de euros supera por mucho las riquezas de Beyoncé o Bill Gates.
Pero la reciente muerte de Isabel II logró hacer lo que no hizo el dinero, ni su equipo de imagen y relaciones públicas: olvidar los «chismes reales” y sacar del baúl de libros, diarios y documentales, lo que considero es el legado más valioso que ha dejado la elegante reina, que se distinguía por ser amante de las chaquetas y sombreros de colores brillantes.
En tiempos en que la palabra “resiliencia” no se usaba, esta poderosa anciana fue el mejor ejemplo de tener de esa capacidad para adaptarse a tragedias, conflictos y situaciones que salen mal.
Uno de sus primeros momentos más tristes y desafiantes fue perder a su papá a los 25 años y coronarse como reina de Inglaterra.
Estoy segura que sus rodillas temblaban y se preguntaba si sería capaz pero su actitud determinante pudo más y terminó siendo la monarca más longeva y querida de la corona británica.
Fueron 70 años marcados por dificultades dentro del hogar, la sociedad y el país, enfrentando guerras, cambios de gobiernos, muertes trágicas y escándalos familiares.
Uno por uno, Isabel II supo aceptarlos y superarlos. Más importante aún, no le quitaba el sueño las críticas negativas y lo que otros pensaran de ella porque sabía que no era una monedita de oro para caerle bien a todos.
La próxima vez que algo no salga bien, recuerda la resiliencia de esta reina y que solamente tu actitud hará la diferencia entre quedarte derrotado o salir victorioso.
Gracias su majestad Isabel II por su legado; una buena dosis de resiliencia vale más que una herencia de joyas y millones de euros. ¡Usted bien lo sabe!
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